Se acerca el momento.
Siempre preferí el invierno antes que el verano, de hecho hasta se puede decir que me gustan mas los días lluviosos que los días soleados. No se, son distintos, especiales u originales. Llaman a la reflexión, a la nostalgia y uno se queda mirando. El cerebro se va, se aleja y vos ahí, intercalando puntos fijos que delineas desde tu ventana. Es muy parecido a quedarse mirando el fuego, solo que con la lluvia te distraes más fácilmente. Se te amplía enormemente el ángulo de visión y no enfocas toda tu atención solo en un punto como lo haces con el fuego. El fuego es más rebuscado en ese sentido. Y allí me encuentro mirando la lluvia, Palpitando Londres.
Lo que quiero
Pero donde voy a ir, no pido un día soleado como supuestamente todo turista desea. Acá, antes los ojos de Dios, ante la nada de la incertidumbre, ante mi pequeñez, ante mí preciada finitud: Invoco al dios de los truenos y pido por favor a los eternos cielos que llueva. Un Londres sin lluvia no es Londres. Es lo mismo que nada, quiero que llueva, que este todo nublado, que asome el denso aguacero y que se oscurezca todo en pleno día. Que la gente saque paraguas negros, que corran con el maletín en la cabeza en busca de un refugio, que todo se vaya apagando repentinamente y que a las 5 de la tarde este tomando un Earl Grey en una delicada taza de porcelana, sino todo esto no tiene sentido, sino todo fue en vano.
Que hubiese sido Queen sin la voz Freddy, Los Pistols sin la sangre en la cara de Sid, Oasis sin peleas de hermanos, The Who sin explosiones, The Clash sin “London Calling”
Pero lluvia es lluvia, el clima es el clima y decide todo por sí solo. Siempre fue así, por mas que rece, por mas que me haga más de 10.000 Km. de viaje, y hasta por más que me haya hecho un blog. Él va a decidir si darme un gustito más o no. Sea como sea, espero ansioso estar ahí, Palpitando Londres. Ya voy abriendo mi paraguas, aunque sea de mala suerte, quizás la necesite.